Miró por la ventana y pensó que era esa hoja, que volaba mecida por el viento. Imaginó que se deslizaba, por el aire, posándose suavemente en los bancos de los parques. Soñó que se elevaba suavemente, que luego caía. Soñó que era delicada, frágil, que era libre. Libre para volar sin que nadie la molestara. Nadie. Creyó que no tenia que rendirle cuentas a nadie. Que no tendría que volver a justificarse. Imaginó que su vida seria mejor así. Siendo una hoja marrón, de un árbol en otoño. Con el viento en la espalda, como único compañero de viaje. Y vio claramente las avenidas, desde el cielo. Subiendo y bajando. Lentamente. Se incorporó, levantándose poco a poco de la silla donde estaba sentada. Se subió a la mesa que estaba junto a la ventana. La abrió. Notó el aire en su pálida cara. Escuchó el viento entre los arboles, arrancando a sus hermanas hojas. Cerró los ojos y respiró el húmedo aire de esa tarde lluviosa. Y entonces saltó. Su cuerpo delgado cayó poco a poco. Mecido por el aire. Como una hoja que cae de un arbol. Cayó y entonces se sintió feliz. Feliz de acabar con todo. Feliz de salir de esa casa. Feliz de ser una hoja. Una hoja que vuela libre. Esa hoja que pasa sobre tu cabeza en esos frios dias de otoño. Esa hoja es ella. Ya es feliz. Ya no se preocupa por nada. No te entristezcas. Yo no lo haré. Ella ahora es una hoja, y va a donde el viento quiere. Su novio el viento. El frio viento. El viento de otoño
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2 comentarios:
Bella historia. Muy bonita. Me ha gustado mucho. Escribes genial. Me encanta este blog
Me salio asi, sola. Me puse a escribir y asi.
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